Sobre mí

Mi vocación siempre ha andado a caballo entre la docencia y la psicología, en estrecha relación con mi fascinación por los seres humanos y sus potencialidades.

Cuando era muy joven quería cambiar el mundo para que todas las personas pudieran tener más calidad de vida y ser felices; aunque no tenía muy claro si el cambio tenía que ser desde dentro hacia afuera o desde afuera hacia adentro.

Pensaba que la educación estaba en la base de ese cambio y aún hoy sigo pensándolo, pero con matices y puntualizaciones; por ejemplo, que nadie cambia a nadie, al ser cada uno actor de su proceso de cambio, y que son los pensamientos y no los acontecimientos del mundo exterior los responsables de nuestros estados de ánimo.

Y es precisamente con relación a esto último donde la terapia psicológica puede desempeñar un papel fundamental al facilitarnos la toma de consciencia de cómo pensamos, sentimos y actuamos, explicarnos por qué lo hacemos de esa manera y proporcionarnos estrategias y recursos para modificarlos, si corresponde; en definitiva, para el afrontamiento de esa gran aventura, no libre de dificultades y problemas, que es la vida, y que podamos ser más libres y felices. La terapia psicológica ha de ser liberadora.

Más reciente fue mi hallazgo de la Sexología Clínica y la Terapia de Pareja como aliados en la empresa anteriormente expuesta, dada la importancia de la sexualidad y de las relaciones de pareja en la vida de cualquiera de nosotros, fuentes de satisfacción muchas veces y de insatisfacción otras muchas, pero siempre con gran protagonismo en nuestras vidas. A la persona que padece un trastorno en su sexualidad, una adecuada intervención profesional, puede, en muchos casos, “cambiarle la vida”; así como la terapia de pareja nos va a ayudar a abordar los problemas de comunicación, relación y convivencia.