De paso hacia otros mundos, Alicia, la musa de Lewis Carroll, se ha detenido durante unos minutos en la Escuela de las Preguntas, la escuela donde todos aprenden de todos porque todos preguntan a todos.
Desde la tarima del salón de actos, Alicia se dirige en estos momentos a una variopinta y nutrida concurrencia compuesta por niños, jóvenes, adultos y ancianos de ambos sexos.
– Adelante, amigos, haced lo mejor que sabéis. Convirtamos en una eternidad los pocos minutos de que dispongo.
Y los amigos empiezan a preguntar. Es lo mejor que saben hacer.
– ¿Existe el País de las Maravillas, Alicia? -pregunta el alcalde de la localidad.
– Pues claro que existe, señor alcalde -responde Alicia.
– ¿Y dónde está? –inquiere Matusalén, el joven centenario.
– Donde están las maravillas –responde Alicia.
– Entonces, ¿el País de las Maravillas no se encuentra en ningún lado? –pregunta sin poder disimular su decepción Sofía, la niña más preguntona de la Escuela de las Preguntas.
– Todo lo contrario. Está en todas partes. Sólo hay que abrir los ojos y ver – contesta Alicia.
– ¿En el espejo también? – pregunta Sócrates Aquino, el primo de Sofía.
– Sobre todo en el espejo –responde Alicia con una encantadora sonrisa.
Si te miras en el espejo y no encuentras maravillas, sino sólo insatisfacción, disgusto o malestar, asegúrate de que lo haces con amor, con compasión y con perdón; como si miraras a uno de tus seres queridos.
Prueba a ver y, probablemente te sorprendas. Sé amable contigo mism@.
